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Bimedica.
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Un poco de historia sobre las vacunas

hospitales
12.01.2021

Hasta la llegada de la pandemia del COVID-19, apenas nos preocupábamos sobre cómo se transportaban las vacunas. Hoy, en pleno siglo XXI, se nos plantean retos sobre cómo se podrá distribuir una vacuna que debe conservarse a -80ºC. Es por eso que en este artículo os contamos un poco de historia sobre la que se considera la primera vacunación a nivel global. Para ello, tenemos que viajar al comienzo del siglo XIX, en concreto entre 1803 y 1806.

¡Bienvenidos a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna!

En este caso, la vacuna fue la de la viruela, desarrollada por el médico inglés Edward Jenner en 1796. Jenner observó que los que se infectaban de la “viruela vacuna” desarrollaban una enfermedad leve que les inmunizaba de la cepa “viruela humana”. Estas personas presentaban pústulas en la piel de la que se extrajo un suero (que contenía estos “virus atenuados”) con el que se desarrollaba la vacuna final. El gran problema al que se enfrentaban era cómo conservar la vacuna.

En Europa, impregnaban un algodón con la vacuna situado entre dos placas de vidrio y sellado en cera. La caducidad era de 10 días, y eso suponía un gran inconveniente para llevar la vacuna fuera de Europa. De esta manera, nació un gran plan para llevar la vacuna a todos los confines de la corona española, que por aquel entonces incluía la América española y regiones de ultramar como las islas Filipinas.

La mortalidad infantil por la viruela era muy alta en todo el mundo y el monarca de España no era ajeno a ello ya que una de sus hijas, María Teresa (1791-1794), murió de esta enfermedad. Por lo que Carlos IV encargó al médico español Francisco Javier Balmis vacunar a la población infantil del imperio y, para cumplir con esta tarea, la corona subvencionó completamente la expedición. La pregunta es:

¿Cómo consiguió Balmis llevar la vacuna?

El método ideado nos sorprenderá y con las gafas puestas del siglo XXI ahora nos parecería bárbaro. La solución fue un transporte humano “en vivo”. A bordo de un barco iría un grupo de personas no vacunadas. A dos de ellas se les inocularían la vacuna y se les aislaría del resto, una vez desarrollaran las pústulas finales se extraería el nuevo suero y se inocularía en el siguiente par de personas, así hasta llegar a América.

El 30 de noviembre de 1803 zarpó la corbeta María Pita que llevaba 22 niños (huérfanos), Balmis, 2 médicos asistentes, dos prácticos, tres enfermeras y la rectora del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña Isabel Zendal Gómez (seguro que este nombre nos suena por otra razón actualmente…).

La misión llevó la vacuna a las Islas Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Nueva España, las Filipinas y China.

El propio descubridor de la vacuna Edward Jenner escribió sobre la expedición:  No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y amplio que este.1

Con este relato histórico queremos mostrar que, incluso en circunstancias más complicadas el ingenio humano es capaz de solventar cualquier dificultad que se nos plantea. Por fortuna, nuestra tecnología ha avanzado a un punto que nos permite ser más “humanitarios” comparándonos con la Expedición de Balmis. Conservar la vacuna contra la COVID-19 a menos 80ºC es un problema menor cuando lo comparamos con lo acontecido en esta expedición contra la viruela.